Hola Buen Dia te regalo la foto de mi amanecer en mi nuevo Hogar.
Hablar con Dios un ratito para empezar esta semana
Y les decía: ¿Acaso se enciende la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo de la cama? ¿No se pone en el candelero? Pues no hay cosa escondida que no haya de saberse, ni hecho oculto que no haya de ser manifiesto. Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.
Y les decía: Prestad atención a lo que oís. Con la medida con que midáis, se os medirá, y aún se os añadirá. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará.» (Marcos 4, 21-25)
El celemín es un recipiente grande en el que caben unos ocho Iitros y que servía para medir legumbres.
Jesús, si tengo la luz de la fe, si me has encendido con la llama de la gracia, ¿voy a esconder esa luz debajo del celemín o de la cama para que no se vea, ni alumbre ni caliente?
¿No querrás más bien que la ponga en el candelero, en un lugar lo mejor preparado posible para que ilumine a mucha gente?
Jesús, el candelero del que me hablas, la lámpara donde debo colocar la luz de la gracia, es mi prestigio profesional.
Si doy ejemplo de responsabilidad, seriedad, justicia y buena preparación, adquiriré prestigio.
No quiero ese prestigio para mí, para subir yo; sino para subirte a Ti, para que ilumines desde más arriba.
No quiero enterrar esa llama, esos talentos que me has dado y que debo hacer fructificar.
Jesús, Tú conoces mis pensamientos, mis intenciones.
«No hay cosa escondida que no haya de saberse, ni hecho oculto, que no haya de ser manifiesto».
Quiero trabajar, estudiar, con rectitud de intención: con la intención de cumplir tu voluntad y, por tanto, de dar el máximo posible; pero no con el propósito de ascender por ascender, o de ser el mejor por vanidad.
He de hacer bien las cosas por Ti y por los demás: para darte gloria y para servir mejor a los que me rodean o dependen de mí.
«Pasas por una etapa crítica: un cierto temor vago; dificultad en adaptar el plan de vida; un trabajo agobiador, porque no te alcanzan las veinticuatro horas del día, para cumplir con todas tus obligaciones… ¿Has probado seguir el consejo del Apóstol: «hágase todo con decoro y con orden»?, es decir, en la presencia de Dios, con Él, por Él y sólo para Él» (Surco.-512).
Jesús, esto es un poco complicado. Por un lado, quieres que trabaje con perfección, mejor que el mejor; y por otro, que te dedique tiempo, que tenga un plan de vida; es decir, que viva una serie de normas de piedad: oración, rosario, Santa. Misa, etc.
¿De dónde saco yo el tiempo? Porque el día sólo tiene veinticuatro horas…
La respuesta es fácil: trabajar en la presencia de Dios, con Él, por El y sólo para El.
Si trabajo para darte gloria, para que alumbres con mi luz a los que me rodean, ¿cómo voy a olvidar los medios que me dan tu luz?
Lo primero es cuidar esa luz, esa vida interior de cristiano, esas normas de piedad, porque «al que tiene, se le dará»: al que tiene esa luz, Tú aún le darás más.
Pero «al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará:» al que no ha hecho nada por Ti, incluso lo poco que haya hecho no le valdrá de mucho.
Además, me doy cuenta de que cuando cuido mejor el plan de vida, el trato contigo, también trabajo más, pues me exijo más por amor a Ti.
Por eso, dejar el plan de vida para trabajar mejor es una contradicción, y a la vez una falta de responsabilidad.
Porque el que se busca a sí mismo en el trabajo es como una lámpara apagada que no da luz ni calor.
Y yo, por ser cristiano, estoy llamado a ser luz del mundo.
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Esta meditación está tomada de:
"Una cita con Dios" de Pablo Cardona.
Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona
La vida interior, como el amor, está destinada a crecer: "Si dices basta, ya has muerto" (SAN AGUSTÍN, Sermón); exige siempre un progreso, corresponder, estar abierto a nuevas gracias. Cuando no se avanza, se retrocede. El Señor nos ha prometido que siempre tendremos las gracias necesarias. Las dificultades, las tentaciones, los obstáculos internos o externos son motivo para crecer; y si éstas fueran muy grandes, más serían las ayudas del señor para convertir lo que parecía obstáculo, en motivo de progreso espiritual y de eficacia en el apostolado. Sólo el desamor o la tibieza hace enfermar o morir el alma. Sólo la mala voluntad, la falta de generosidad con Dios, retrasa o impide la unión con Él.
Todo lo que podemos ofrecer al Señor son cosas pequeñas; muchas cosas pequeñas hechas con amor y por amor constituyen nuestro tesoro de ese día, que llevaremos a la eternidad. La vida interior se alimenta normalmente de lo pequeño realizado con atención, con amor. Pretender otra cosa sería equivocar el camino, no encontrar nada o muy poco para ofrecer al Señor. Como las gotas de agua sumadas unas a otras fecundan la tierra sedienta, así nuestras pequeñas obras, como una mirada a la Virgen, o una palabra de aliento a un amigo, hacen progresar la vida del alma y la conservan. . La gracia de Dios nunca nos faltará, sólo depende de nuestra correspondencia, de nuestro empeño, del recomenzar una y otra vez, sin desánimos.
Los actos de contrición son un medio eficaz de progreso espiritual. Pedir perdón es amar, contemplar a Cristo cada vez más dispuesto a la comprensión y a la misericordia. Y como somos pecadores (1 Juan 1, 17-18), nuestro camino estará lleno de actos de dolor, de amor, que invaden el alma de esperanza y de nuevos deseos de reemprender el camino de la santidad. "Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. La Virgen, que es Madre de gracia, de misericordia y de perdón, avivará siempre en nosotros la esperanza de alcanzar la santidad; pongamos en sus manos el fruto de este rato de oración, convencidos de que a quien corresponde a la gracia, se le dará más gracia todavía.
Todo lo que podemos ofrecer al Señor son cosas pequeñas; muchas cosas pequeñas hechas con amor y por amor constituyen nuestro tesoro de ese día, que llevaremos a la eternidad. La vida interior se alimenta normalmente de lo pequeño realizado con atención, con amor. Pretender otra cosa sería equivocar el camino, no encontrar nada o muy poco para ofrecer al Señor. Como las gotas de agua sumadas unas a otras fecundan la tierra sedienta, así nuestras pequeñas obras, como una mirada a la Virgen, o una palabra de aliento a un amigo, hacen progresar la vida del alma y la conservan. . La gracia de Dios nunca nos faltará, sólo depende de nuestra correspondencia, de nuestro empeño, del recomenzar una y otra vez, sin desánimos.
Los actos de contrición son un medio eficaz de progreso espiritual. Pedir perdón es amar, contemplar a Cristo cada vez más dispuesto a la comprensión y a la misericordia. Y como somos pecadores (1 Juan 1, 17-18), nuestro camino estará lleno de actos de dolor, de amor, que invaden el alma de esperanza y de nuevos deseos de reemprender el camino de la santidad. "Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. La Virgen, que es Madre de gracia, de misericordia y de perdón, avivará siempre en nosotros la esperanza de alcanzar la santidad; pongamos en sus manos el fruto de este rato de oración, convencidos de que a quien corresponde a la gracia, se le dará más gracia todavía.
TE COMPARTO UNA HERMOSA VISITA A LA GRUTA DE LA VIRGEN DE LOURDES EN MAR DEL PLATA, EL DIA 11 DE ENERO DANDO GRACIAS POR SU INTERCESION Y TE INVITO PARA QUE YA TE VAYAS PREPARANDO PARA SU FIESTA EL 11 DE FEBRERO DE 2020.
FELICIDAD
Eres feliz cuando descubres el encanto de las cosas pequeñas.
Eres feliz cuando descubres el encanto de las cosas pequeñas.
En ellas luce la verdadera grandeza.
Eres feliz cuando disfrutas el ahora intensamente, no te ofuscas por el pasado
ni te angustias por el porvenir.
Eres dichoso cuando eres misericordioso, pacífico, limpio de corazón,
Eres dichoso cuando eres misericordioso, pacífico, limpio de corazón,
cuando tienes hambre y sed de justicia.
Eres dichoso cuando te esfuerzas por ser benevolente, humilde, amigo de Dios
y hermano de los hombres.
La felicidad no te es esquiva al caminar en la verdad, actuar con la justicia
y vivir en el amor.
"El hombre, para ser feliz, no necesita riquezas ni dignidades.
Lo estrictamente necesario basta para la alegría del cuerpo;
la cultura desinteresada, para la satisfacción del espíritu;
y el cumplimiento del deber, para la tranquilidad de la conciencia".
La felicidad la llevas contigo si eres íntegro y bondadoso.
La felicidad está en servir, no en dominar, nace de compartir, no de acumular.