La perseverancia hasta el final de la vida se hace posible con la fidelidad a lo pequeño de cada jornada y el recomenzar cuando, por debilidad, hubo algún paso fuera del camino; fidelidad es corresponder a ese amor de Dios, dejarse amar por él, quitar los obstáculos que impiden que ese Amor misericordioso penetre en lo más profundo del alma. Para ser fieles necesitamos del soporte de la sinceridad, primero con uno mismo: reconocer y llamar a su nombre a lo que nos puede llevar fuera del propio camino. Y enseguida sinceridad con el Señor y con quien orienta espiritualmente nuestra alma.
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