sábado, 16 de febrero de 2019

Santa María nos espera como Salud de los enfermos, porque obtiene la curación del cuerpo, sobre todo cuando está ordenada a la del alma.



QUÉ SIGNIFICA «ENTRAR EN LA CUARESMA»
Benedicto XVI, Ángelus del 10 de febrero de 2008

Queridos hermanos y hermanas:

Con el ayuno y el rito de imposición de la ceniza, hemos entrado en la Cuaresma. Pero, ¿qué significa "entrar en la Cuaresma"? Significa iniciar un tiempo de particular empeño en el combate espiritual que nos opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y en torno a nosotros. Quiere decir mirar el mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo contra sus causas, hasta la causa última, que es Satanás. Significa no descargar el problema del mal en los demás, en la sociedad o en Dios, sino reconocer las propias responsabilidades y afrontarlo conscientemente.

A este propósito, resuena con mucha urgencia, para nosotros cristianos, la invitación de Jesús a que cada uno tome su "cruz" y lo siga con humildad y confianza (cf. Mt 16,24). La "cruz", por pesada que sea, no es sinónimo de desventura, de desgracia que hay que evitar lo más posible, sino de oportunidad para seguir a Jesús y así adquirir fuerza en la lucha contra el pecado y el mal. Por tanto, entrar en la Cuaresma significa renovar la decisión personal y comunitaria de afrontar el mal junto con Cristo. En efecto, el camino de la cruz es el único que conduce a la victoria del amor sobre el odio, del compartir con los demás sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia. Vista así, la Cuaresma es en verdad una ocasión de fuerte empeño ascético y espiritual, fundado en la gracia de Cristo.

Este año, el inicio de la Cuaresma coincide providencialmente con el 150° aniversario de las apariciones de Lourdes. Cuatro años después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción por parte del beato Pío IX, María se apareció por primera vez el 11 de febrero de 1858 a santa Bernardita Soubirous en la gruta de Massabielle. Siguieron luego otras apariciones, acompañadas de acontecimientos extraordinarios, y al final la Virgen santísima se despidió revelando a la joven vidente, en el dialecto local: «Yo soy la Inmaculada Concepción». El mensaje que la Virgen sigue difundiendo en Lourdes recuerda las palabras que Jesús pronunció precisamente al inicio de su misión pública, y que volvemos a escuchar muchas veces durante estos días de Cuaresma: «Convertíos y creed en el Evangelio», rezad y haced penitencia. Acojamos la invitación de María, que hace eco a la de Cristo, y pidámosle que nos obtenga "entrar" con fe en la Cuaresma, para vivir con alegría interior y empeño generoso este tiempo de gracia.

A la Virgen le encomendamos también a los enfermos y a cuantos los asisten amorosamente. En efecto, mañana, memoria de la Virgen de Lourdes, se celebra la Jornada mundial del enfermo. Saludo de todo corazón a los peregrinos que se reunirán en la basílica de San Pedro, guiados por el cardenal Lozano Barragán, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de la salud. Lamentablemente, no podré encontrarme con ellos, porque esta tarde iniciaré los ejercicios espirituales, pero en el silencio y en el recogimiento oraré por ellos y por todas las necesidades de la Iglesia y del mundo. A cuantos quieran recordarme ante el Señor, les expreso desde ahora mi sincera gratitud.

En este primer domingo de Cuaresma, os animo a que os dejéis llevar sin temor por el Espíritu Santo para seguir más de cerca a Cristo en su camino hacia la Pascua. Pidamos a la Virgen María que interceda por nosotros, para que sepamos responder con generosidad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la renovación de nuestra fe. ¡Feliz domingo!




Santa María nos espera como Salud de los enfermos, porque obtiene la curación del cuerpo, sobre todo cuando está ordenada a la del alma. Otras veces, nos concede algo más importante que la salud corporal: la gracia de entender que el dolor, el mal físico, es instrumento de Dios. Él espera que –al aceptarlo con amor– lo convirtamos en un gran bien, que nos purifique y nos permita obtener innumerables dones para toda la Iglesia. A través de la enfermedad, llevada con paciencia y visión sobrenatural, conseguimos una buena parte del tesoro que vamos a encontrar en el Cielo y abundantes frutos apostólicos: decisiones de entrega a Dios y la salvación de personas que, sin aquellas gracias, no hubieran encontrado la puerta del Cielo.

La Virgen nos remedia también de las heridas que el pecado original dejó en el alma y que han agravado los pecados personales: la concupiscencia desordenada, la debilidad para realizar el bien. Fortalece a los que vacilan, levanta a los caídos, ayuda a disipar las tinieblas de la ignorancia y la oscuridad del error



La Virgen misericordiosa se nos muestra como Refugio de los pecadores. En Ella encontramos amparo seguro. Nadie después de su Hijo ha detestado más el pecado que Santa María, pero, lejos de rechazar a los pecadores, los acoge, los mueve al arrepentimiento: ¡en cuántas Confesiones ha intervenido Ella con un auxilio particular! Incluso a quienes están más alejados les envía gracias de luz y de arrepentimiento, y si no se resistiesen serían conducidos de gracia en gracia hasta alcanzar la conversión. “¿Quién podrá investigar, pues, ¡oh Virgen bendita!, la longitud y latitud, la sublimidad y profundidad de tu misericordia? Porque su longitud alcanza hasta su última hora a los que la invocan. Su latitud llena el orbe para que toda la tierra se llene de su misericordia”-
San Bernardo, Homilía en la Asunción de la B. Virgen María. 4, 8-9..

A Ella acudimos hoy, y le pedimos que tenga piedad de nuestra vida. Le decimos que somos pecadores, pero que queremos amar cada vez más a su Hijo Jesucristo; que tenga compasión de nuestras flaquezas y que nos ayude a superarlas. Ella es Refugio de los pecadores y, por tanto, nuestro resguardo, el puerto seguro donde fondeamos después de las olas y de los vientos contrarios, donde reparamos los posibles daños causados por la tentación y nuestra debilidad. Su misericordia es nuestro amparo y nuestra paz: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores..



Si alguna vez nos pesan las cosas, la vida, la enfermedad, el empeño en la tarea apostólica, el esfuerzo por sacar la familia adelante, los obstáculos que se juntan y amontonan, acudamos a Ella, en la que siempre encontraremos consuelo, aliento y fuerza para cumplir en todo la voluntad amable de su Hijo. Le repetiremos despacio: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura, esperanza nuestra... En Ella aprenderemos a consolar y alentar, a ejercer la misericordia con quienes veamos que necesitan esa ayuda grande o pequeña –una palabra de estímulo, de condolencia...– que tan grata es al Señor.

La Virgen es auxilio de los cristianos, porque se favorece principalmente a quienes se ama, y nadie amó más a quienes formamos parte de la familia de su Hijo. En Ella encontramos todas las gracias para vencer en las tentaciones, en el apostolado, en el trabajo... En el Rosario encontramos un “arma poderosa” San Josemaría Escrivá, Santo Rosario. Introducción. para superar tantos obstáculos con los que nos vamos a encontrar. Muchos son los cristianos en el mundo que, siguiendo la enseñanza ininterrumpida de los Romanos Pontífices, han introducido en su vida de piedad la costumbre de rezarlo a diario: en sus familias, en las iglesias, por la calle o en los medios de transporte
Denarios para rezar en la calle podes pedirlos aqui se enviaran

para rezar en la calle



“En mí se encuentra toda gracia de doctrina y de verdad, toda esperanza de vida y de virtud (Eclo 24, 25). ¡Con cuánta sabiduría la Iglesia ha puesto esas palabras en boca de nuestra Madre, para que los cristianos no las olvidemos! Ella es la seguridad, el Amor que nunca abandona, el refugio constantemente abierto, la mano que acaricia y consuela siempre”Amigos de Dios, 279.

Te comparto este video de este 11 de Febrero en la gruta de Mar del Plata 

Fuente www.IESVS.org.

No hay comentarios:

Publicar un comentario