viernes, 10 de mayo de 2019

Meditando en el Mes de Maria



«Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Y, como faltase el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le respondió: Mujer ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. Dijo su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga.

Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de los judíos, cada una con capacidad de dos o tres metretas. Jesús les dijo: Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora y llevad al maestresala. Así lo hicieron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde provenía, aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían, llamó al esposo y le dijo: Todos sirven primero el mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has guardado el vino bueno hasta ahora. Así en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de sus milagros con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.» (Juan 2, 1-11)

Jesús, habías ido a Caná a acompañar a tu madre en la celebración de las bodas de algún amigo de la familia.

No tenías intención de hacer nada extraordinario todavía.

Acababas de escoger a tus discípulos y les estabas empezando a enseñar las verdades del Reino de los Cielos.

No era prudente, tal vez, empezar a hacer milagros sin antes preparar a los apóstoles para que pudieran entender tu divinidad.
Por eso le dices a María: «Todavía no ha llegado mi hora.»
Sin embargo, tu madre te conoce bien y no quiere que sus amigos se queden sin vino pues, en esas fiestas, hubiera significado un trastorno muy grande para los esposos.
María se da cuenta de la necesidad incluso antes que los propios interesados, y se apresura a pedir la intercesión de su Hijo.
Madre, si así te comportas con los amigos, ¿qué no harás por mí, que soy tu hijo?
A pesar de la resistencia inicial de Jesús, le dices a los sirvientes: «Haced lo que él os diga».

¡Qué gran consejo para todos los hombres de todos los tiempos!

Ayúdame, madre mía, para que sepa hacer cada día lo que tu Hijo me diga.
Jesús, aquellos sirvientes te obedecieron con fe: llenaron las tinajas «hasta arriba».
No pusieron un poco para «hacer la prueba», sino que se fiaron de Ti.
También yo debo fiarme de Ti, y darme del todo en lo que me pidas.


 «María, Maestra de oración. -Mira cómo pide a su Hijo, en Caná. Y cómo insiste, sin desanimarse, con perseverancia. -Y cómo logra.


-Aprende» (Camino.-502).

Madre, enséñame a rezar con esa fe, con esa perseverancia, con esa confianza.

A veces pido cosas a Jesús, y parece como si Él me respondiera: «Todavía no ha llegado mi hora».

Y me canso de pedir.

En esos casos, madre, ayúdame tú: intercede por mí.

«María es, al mismo tiempo, una madre de misericordia y de ternura, a la que nadie ha recurrido en vano; abandónate lleno de confianza en su seno materno, pídele que te alcance esta virtud (de la humildad) que Ella tanto apreció; no tengas miedo de no ser atendido. María la pedirá para ti a ese Dios que ensalza a los humildes y reduce a la nada a los soberbios; y comoMaría es omnipotente cerca de su Hijo, será con toda seguridad oída. Recurre a Ella en todas tus cruces, en todas tus necesidades, en todas las tentaciones. Sea María tu sostén, sea María tu consuelo». (León XIII).

Sé que una oración que te gusta mucho es el rosario, y que en varias apariciones has dicho que te pidamos cosas rezándolo cada día.

Por eso, un propósito muy concreto es rezar cada día el rosario, o -al menos- algún misterio del rosario, pidiéndote las cosas que me interesan o me preocupan.

Si rezo con fe y con perseverancia, estoy seguro que tú conseguirás de tu Hijo Jesús lo que mejor me convenga.

Y también es seguro que estarás atenta a que no me aleje del camino cristiano, recordándome una y otra vez -y ayudándome a ponerlo en práctica- lo que le dijiste a los siervos de Caná:«Haced lo que él os diga».

Esta meditación está tomada de:
"Una cita con Dios" de Pablo Cardona.
Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona

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Nuestra Señora de Lourdes

El 8 de diciembre de l854 el Papa Pío IX había definido el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Como queriendo indicar que el Cielo ratificaba lo que había hecho en la tierra el Vicario de Jesucristo, el 11 de febrero, cuatro años después en l858, la Virgen María se aparecía a la niña Bernardita Soubirous. Y lo hacía durante dieciocho veces.

Ella nació en l844 y fue la mayor de seis hermanos. Era una chica sencilla, sin apenas preparación ni cultura, pues sus padres sumamente pobres, no pudieron enviarla a hacer estudios especiales. En la tercera aparición, le dijo la Virgen María: "No te haré feliz en este mundo sino en el otro". Y lo cumplió. No fue en su vida -ni seglar ni religiosa- llevada en palmas, como se podría suponer. El calvario que esperaba a la pobre Bernardita no es fácil describirlo en pocas líneas. Sus parientes no le creyeron el relato de las visiones y le prohibieron volver a la gruta, pero impulsada por una fuerza interior, allí acudió y allí vió a la Virgen dieciocho veces.

Aquel humilde paraje de Lourdes pronto se hizo famoso en todo el mundo. Empezaron a acudir peregrinos venidos de todas partes. Es uno de los Santuarios más visitados y más venerados de todos los continentes. Allí han ido descreídos y han encontrado la fe. Enfermos de cuerpo y alma, y han hallado la salud para ambas cosas o para una de las dos. Allí se respira una gran devoción, la Presencia de Jesucristo en la Eucaristía, del amoroso perdón y de la actividad de la Mediadora de todas las gracias. Son muchos los milagros que desde la Gruta de Massabielle obra la Virgen María, a cuantos acuden a Ella.

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